viernes, 30 de diciembre de 2016

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            Serían como las nueve y media de la noche de ese sábado. Había hecho ya varias bajadas a la sala grande del comedor. Esta vez había bajado para buscar el mueble poof y llevarlo otra vez a la habitación, como la noche anterior, e intentar dormir, aunque fuera un poquito, en medio de fuertes e insoportables dolores de abdomen. Ya me había retorcido bastante en la habitación apretándome el estómago para doblegar el dolor que cada vez iba creciendo en intensidad. El día anterior también había tenido una noche terrible, y, a pesar de todo, había bajado a la parroquia a trabajar con la sección de fotografías de los niños de la Primera Comunión. Era el último grupo que faltaba por tomarse las fotografías para los Diplomas. Tomé las fotografías con un cuello ortopédico, blando, que me había mandado comprar antes de las nueve de la mañana, pensando que los dolores de los que venía atravesando la noche anterior, se trataban de afectaciones de la postura en la silla de trabajo en la oficina. Por supuesto que las fotografías las tomé con la cámara. Pero lo del cuello era una paliativo y un mientras iría al médico, por lo menos en el transcurso de la mañana, siempre y cuando se terminara en esa misma mañana toda la sección, tanto del tomado de las fotografías, como del diseño de cada diploma con datos del catequizando y su respectiva foto, con el programa Publisher, para después grabarlas bajo formato jpeg. Y así con todos y cada uno. Para después llevar en CD todos los diplomas ya configurados al foto estudio para su revelación e impresión final. Eso implicaba, ciertamente, mucha dedicación y concentración. Cualquier error era un gasto adicional porque en el foto estudio solo lo que harían, como ya nos lo había hecho con los grupos anteriores, era proceso de revelado e impresión. Repetir un diploma era un gasto más. Para eso dependía de la fidelidad de las listas de cada centro de catequesis y su exacto orden, porque a cada nombre correspondía, y, correspondería en esa mañana, a cada foto en el orden en que se habían tomado.
            La sección de fotografías había sido perfecta. El problema se me había presentado con la configuración individual y personalizada de cada diploma, que sería cambiar en el formato ya preestablecido, la fotografía y los datos, y, su respectivo archivo jpeg, es decir, formato digital para llevar a cualquier casa de revelado profesional. Esta vez no había sido la excepción. No coincidían las listas que ya se tenían del grupo respectivo con sus correspondientes fotografías. Y aquello hacía el trabajo muy complicado. Para remate de males, como se dice, esa mañana de ese sábado se había ido la luz, y eso dificultaba más la labor de configuración, por lo menos para ese día, como había sido también con la del sábado anterior. Sólo el primer grupo había salido totalmente perfecto y eso se agradecía. Se trataba de saber trabajar en equipo y en sincronización con el tiempo de la catequesis parroquial, lo que evidenciaba que sólo un grupo había puesto todo su cien por cien para que así fuera, como había sido, cosa que facilitaba el trabajo posterior, o lo dificultaba un poco, como en los casos presentes.
            Esa realidad en los acontecimientos del día hacía que se fuese acumulando mucha presión y tensión. Los dolores de espalda que venían atacándome durante esa semana, los atribuía, precisamente, a esas desincronizaciones en el trabajo de equipo, por lo menos, hacia la rapidez y agilidad para la que se había querido trabajar en este año catequético, fruto de todos los años anteriores. Había puesto todo mi cien por ciento. En las reuniones mensuales (cada primer sábado de mes) desde la primera, se había insistido en que se entregaran las listas de cada grupo. Dos grupos lo habían hecho. Los otros tres, pues, que mañana o para la próxima semana, y así nos mantuvieron durante todo el año. Ya se finalizaba la catequesis y se recogía lo que se había sembrado. No se discute que a nivel de programa y pensul de catequesis todo había sido como siempre, pero a nivel de listado y toques finales como los datos completos y otros detalles que facilitaran, en el caso concreto la confección individual de cada diploma, las cosas estaban un poquito más allá que incompletas, para no decir, que totalmente incompletas.
            Eso era motivo suficiente para estar un tanto estresado, tal vez, un poquito más de lo normal.
            Es de hacer notar que en nuestra parroquia desde hace quince años configuramos nuestros propios diplomas personalizados de la Primera Comunión. El fondo es una fotografía del Santísimo o Sagrario de nuestra propia parroquia con la identificación de la parroquia y con los datos del muchacho que hace la primera Comunión ese año, con su respectiva fotografía. Eso nos ha llevado, como fruto de nuestra experiencia en crecimiento, a tomar nosotros mismos las fotografías y después su proceso de configuración individual y personalizado de cada diploma.
Con ese modelo, estamos primero personalizando nuestro diploma, y segundo, estamos promocionando nuestra parroquia al mostrar una foto de nuestro Sagrario o Santísimo. Además, de resumir en todo él la finalidad principal de toda la catequesis de la Iglesia: promover el encuentro personal, de re-encuentro, con Jesús Sacramentado, la más arrolladora y transformadora experiencia del cristiano. En esa experiencia del tú a tú, y contigo, en la soledad del todo y la nada existencial como la perfecta sincronía del encuentro de Dios-hombre y hombre-hombre para salir más lleno de la fuerza vital y contagiosa, sin arrebatos ni fanatismos, a cargar la cruz de cada día con dignidad y gallardía.

            Todos los malestares que venía sintiendo durante esa semana los atribuía al trabajo, no solo por lo de los diplomas, sino el que ya supone la misma parroquia. Trabajo que es como es. Ni tanto, ni tan poco. Como un trabajo cualquiera, para no caer tampoco en exageraciones. En todo caso, los dolores de espalda que me estaban afectando durante los últimos cinco o siete días, en cierta manera, eran atribuidos a la postura en la silla frente a la computadora, que en esos días, tal vez, hacían sido un poco más intensos. Era la manera que encontraba para justificar mis dolores de espalda de manera casi continua.

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