viernes, 30 de diciembre de 2016

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Es necesario también una especie de leyes para los visitantes de un enfermo, que creo sería muy útil. Vamos a intentarlo a ver qué nos sale. Veamos.

Decálogo para los visitantes de un enfermo:

1)      No ponga cara de velorio cuando llegue a visitar a un enfermo. Eso deprime. Así el enfermo esté como esté, sea prudente. Esa energía se recibe y el enfermo desea, más bien, no recibir visita.
2)      No cometa la imprudencia de preguntar que cómo está. ¿No está viendo que está bien…. como está?[1] Esa pregunta está de más. Tampoco se ponga a decir que es una bendición especial su situación o algo parecido para buscar resignación o explicación a algo tan evidente que no tiene comprensión, sino desde el misterio y eso le corresponde únicamente a Dios, y, a nosotros, sólo enfrentarlo y asumirlo, con dolor, por supuesto, y con lucha interna.
3)      No se ponga a comparar al enfermo con fulano o con sutano que también sufrió lo mismo y que ya se mejoró. Uno no está para que lo estén comparando. Eso no ayuda en nada. Uno es uno y punto. No comparen, por favor.
4)      Si va, vaya con energía positiva. Deje sus problemas en su casa y sus conflictos emocionales y afectivos afuera antes de entrar a la habitación. No tiene uno tiempo para estar cargando energía negativa de otros, con las que ya se tiene son suficientes. Pa’ enfermo uno. ¡Pa’qué máshc!
5)      Si tiene problemas con alguien de los que está en la habitación visitando al enfermo, venga otro día o espere a que esa persona se vaya, porque esa energía la recibe uno y eso molesta e indigna, además de ser una falta de consideración y de sentido común. Y tiene uno que lidiar con dos personas en conflicto para no indisponer a nadie con nadie, y uno no está pa’aguantar a otro, si apenas está para sobrellevarse uno mismo. No sea desconsiderado.
6)      Vaya bien bañadito y por lo menos oliendo bueno porque es muy desagradable tener que soportar mal aliento y sudores.
7)      No se esté mucho tiempo. Ya fue, ya vio, ya habló lo suficiente, deje para otro día, que el enfermo también se cansa y necesita reposo, a no ser que el mismo enfermo le pida que se quede un poco más, porque significa que está disfrutando de su presencia y compañía.
8)      No se ponga a pasarle la mano por arriba y por abajo, mucho menos a sobarle la cara, al enfermo, que eso indigna. Guarde su distancia.
9)      No acapare al enfermo. Los demás también necesitan un ratico con el enfermo además de un poquito de privacidad en esa relación interpersonal.
10)  Sea prudente, y dése cuenta de cuándo no lo está siendo, para tomar decisiones como de irse ya, o de cualquier otra opción que no vaya contra el sentido común, ni del enfermo, ni de los que están allí, ni de la familia.

Bueno ya han salido cosas muy interesantes. Pasemos, ahora, al relato de los días posteriores de la operación.



[1]              A este punto es preciso anotar que no por eso se está diciendo que no hay que visitar al enfermo. Si se puede visitar, hay que hacerlo, pero siempre dignificando a la persona, por sobre todas las cosas. En la primera edición de este libro, muchos tomaron la idea de no visitar. No se decía eso. 

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