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Es necesario
también una especie de leyes para los visitantes de un enfermo, que creo sería
muy útil. Vamos a intentarlo a ver qué nos sale. Veamos.
Decálogo para los visitantes de
un enfermo:
1)
No ponga cara de velorio cuando llegue a visitar a un
enfermo. Eso deprime. Así el enfermo esté como esté, sea prudente. Esa energía
se recibe y el enfermo desea, más bien, no recibir visita.
2)
No cometa la imprudencia de preguntar que cómo está.
¿No está viendo que está bien…. como está?[1]
Esa pregunta está de más. Tampoco se ponga a decir que es una bendición
especial su situación o algo parecido para buscar resignación o explicación a
algo tan evidente que no tiene comprensión, sino desde el misterio y eso le
corresponde únicamente a Dios, y, a nosotros, sólo enfrentarlo y asumirlo, con
dolor, por supuesto, y con lucha interna.
3)
No se ponga a comparar al enfermo con fulano o con
sutano que también sufrió lo mismo y que ya se mejoró. Uno no está para que lo
estén comparando. Eso no ayuda en nada. Uno es uno y punto. No comparen, por favor.
4)
Si va, vaya con energía positiva. Deje sus problemas en
su casa y sus conflictos emocionales y afectivos afuera antes de entrar a la
habitación. No tiene uno tiempo para estar cargando energía negativa de otros,
con las que ya se tiene son suficientes. Pa’ enfermo uno. ¡Pa’qué máshc!
5)
Si tiene problemas con alguien de los que está en la
habitación visitando al enfermo, venga otro día o espere a que esa persona se
vaya, porque esa energía la recibe uno y eso molesta e indigna, además de ser
una falta de consideración y de sentido común. Y tiene uno que lidiar con dos
personas en conflicto para no indisponer a nadie con nadie, y uno no está
pa’aguantar a otro, si apenas está para sobrellevarse uno mismo. No sea
desconsiderado.
6)
Vaya bien bañadito y por lo menos oliendo bueno porque
es muy desagradable tener que soportar mal aliento y sudores.
7)
No se esté mucho tiempo. Ya fue, ya vio, ya habló lo
suficiente, deje para otro día, que el enfermo también se cansa y necesita
reposo, a no ser que el mismo enfermo le pida que se quede un poco más, porque
significa que está disfrutando de su presencia y compañía.
8)
No se ponga a pasarle la mano por arriba y por abajo,
mucho menos a sobarle la cara, al enfermo, que eso indigna. Guarde su
distancia.
9)
No acapare al enfermo. Los demás también necesitan un
ratico con el enfermo además de un poquito de privacidad en esa relación
interpersonal.
10) Sea
prudente, y dése cuenta de cuándo no lo está siendo, para tomar decisiones como
de irse ya, o de cualquier otra opción que no vaya contra el sentido común, ni
del enfermo, ni de los que están allí, ni de la familia.
Bueno ya han
salido cosas muy interesantes. Pasemos, ahora, al relato de los días
posteriores de la operación.
[1] A
este punto es preciso anotar que no por eso se está diciendo que no hay que
visitar al enfermo. Si se puede visitar, hay que hacerlo, pero siempre
dignificando a la persona, por sobre todas las cosas. En la primera edición de
este libro, muchos tomaron la idea de no visitar. No se decía eso.
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