PRÓLOGO
DEL AUTOR
En este libro
se recoge de manera jocosa mi experiencia de enfermo de una apendicitis con
complicaciones. Durante toda una noche se vivieron experiencias que casi son
como para una película o sacadas de una película. Lo bueno es que mientras iban
sucediendo los acontecimientos yo los iba redactando en mi imaginación y en mi
mente y eso hacía que la experiencia de enfermo fuese menos complicada, por lo
menos, a nivel mental. Estaba enfermo físicamente pero mentalmente estaba
escribiendo el libro tal como iban sucediendo las cosas. Mentalmente iba
redactando y me hacía la idea de que estaba frente a la computadora escribiendo
y detallando todo lo que estaba pasando. Hubiese deseado en esos momentos haber
tenido mi laptop para ir transmitiendo fielmente lo que iba sintiendo y lo que
iba ocurriendo. Algunas veces me destornillaba de la risa, pero sin mostrar
externamente que me reía, al ver las ocurrencias y la manera jocosa como iba
redactando de todo a mi alrededor. Eso, sin saberlo, me tenía muy entretenido
mentalmente, con todo y todo, y eso contribuyó, sin saberlo a que viera mi
situación de enfermo, como algo pasajero, aunque, a veces, las situaciones
estaban un poquito más que complicadas.
Una vez
realizada la intervención quirúrgica y tuve la oportunidad de conversar y una
vez que el médico me mandó a levantarme y estar sentado el mayor tiempo
posible, comencé a contarles a algunas personas el libro que ya estaba escribiendo
en mi mente y en mi imaginación. A las personas que se los comenté, por lo que
se veía lo disfrutaban, entre ellas una sobrina y una cuñada, que no se perdían
detalles de los que yo les iba contando, y con seguridad iba a plasmar en papel
cuando tuviera la oportunidad. Se reían a gusto y en algunas partes hacían sus
observaciones como inmersas y como co-autoras del libro, aunque ellas eran
parte de algunos de los personajes reales de la historia que iba a contar
porque eran los personajes reales de la misma.
En esas
tertulias en la clínica, sentado en la cama de enfermo, con los pies colgando
en el aire hacia el frente derecho de la cama, y los co-autores sentados en el
mueble-sofá de la clínica, nos entreteníamos. Yo contándoles a mi manera la redacción
de lo que llevaba en mi mente y en mi archivo de disco duro o removible y ellas
atentas en no perderse detalles. Fue una experiencia muy bonita esas tertulias.
Las disfrutábamos. Una de esas personas hacía cada vez intentos de irse, pero,
estaba tan interesante, que se volvía a instalar, hasta que se hizo de noche,
que mi sobrina tuvo que darle la cola hasta su casa en Barcelona.
Discutíamos el
título del libro que saldría. Más bien, les exponía las razones para escoger el
título. Ellas opinaban y escuchaban mis razones, que eran bastante
convincentes. La primera idea de título fue: La culpa es de la tripa, y con ello como que si copiásemos el
título de aquella recopilación de cuentos en el libro titulado La
culpa es de la vaca. Pero, nos parecía que no seríamos y no sería
original. Además, no se trataba de echarle la culpa a nadie, ni siquiera a la
tripa, que tantos problemas nos había dado, porque si seguíamos la línea de La
culpa es de la vaca, la culpa la iba a tener la tripa, y más en el
fondo de todo, Dios mismo, porque para qué nos puso una tripa de más, que no
sirve para otra cosa que amargarnos la vida, porque de hecho, según tengo
entendido, esa tripa no presta ninguna función en el cuerpo. Entonces, la culpa
iba a ser de Dios. ¿Por qué, de una vez por todas, no nos quitó esa tripa que
no sirve sino para amargarnos la existencia? Estamos hablando del apéndice.
Así que no nos
gustaba ese título de La culpa es de la
tripa. Eso nos llevaba a pensar bien en otro título. La siguiente idea fue:
Por culpa de la tripa. Y este título
nos parecía más suave porque no se trataba de echarle la culpa a la tripa, ni a
la vaca, ni a Eva, ni a Dios, en resumidas cuentas, sino de resaltar, más bien
en positivo toda la experiencia que se había vivido y se estaba viviendo,
gracias a la tripa que está de más en el cuerpo, pero que nos había llevado a
vivir esta experiencia de aniquilamiento casi total, en un abrir y cerrar de
ojos, como en un parpadeo, pero que nos había llevado a evidenciar muchas cosas
buenas, otras menos buenas, pero todas positivas, a pesar de todo, y con todo y
todo. Así quedó ya fijado el título del libro que sería Por culpa de la tripa. Más
adelante le coloqué el añadido complementario del “o gracias a ella”.
Así que todo
listo para el libro.
Un detalle a
tener en cuenta: una cosa es lo que se redactó mentalmente mientras estaba
enfermo, y otra, la que se escribe cuando se escribe, ya que son dos tiempos
distintos. Muy importante hubiera sido haber tenido un pendrive que registrara
todo lo que se había escrito en la mente. Pero hasta ahora la ciencia no ha
inventado un pendrive con esas propiedades que grabe y registre todo lo que
está en la mente en algunos momentos determinados, además, ¿por dónde se
metería ese pendrive para que grabe todo tal cual? Hasta ahora no es posible.
Así que todo lo que se escriba, desde este momento, es lo que se recuerda,
según este otro tiempo, porque es otra la circunstancia. Aquella era aquella.
La de ahora es la de ahora, y un momento no se parece a otro. Cada momento es
único. Así que procuraré ser lo más fiel a lo que escribía mentalmente mientras
me hallaba en esa circunstancia particular. Una cosa si quisiera pedir: trate
de disfrutar y padecer todo lo que viene.
El autor.
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